Por Jorge Sotero
La Habana.- En unas horas, el próximo domingo, los cubanos tienen que votar por los elegidos. Los que asistan a las urnas, que espero no sean muchos, solo ratificarán a la totalidad de los candidatos a diputados como diputados en sí, en una modalidad ‘democrática’ solo vista en la Cuba castrista, y una escena digna del mejor teatro bufo.
Luego de una campaña electoral extensa y aburrida, como no puede ser de otra forma en un país donde el presidente y también candidato a diputado es una papa sin sal, llega la hora de las urnas, y con ellas la de las presiones de todo tipo, y el fraude.
Desde hace días, en todos los municipios del país, en cada poblado, huestes castristas visitaron a cada una de las familias e insistieron en el día de la votación, en lo conveniente de que todos estén en casa, de que voten temprano y de que lo hagan de manera unida, que es decir con una sola cruz para todos, una opción que ofrece la boleta electoral.
Por detrás, la policía política hace su trabajo y le sale al paso a cualquier posición pública que llame a abstenerse de participar, o a anular la boleta. Hubo lugares donde le dijeron a la familia de algún opositor que ellos tienen formas de saber quién anuló la boleta, o quién votó en blanco u ofendió a los líderes de la revolución vivos, o muertos, porque da igual.
Incluso, los núcleos de jubilados, esa organización tenebrosa que controla lo que ocurre en cada cuadra o en cada zona, iniciaron desde hace muchos días su trabajo, y entre las estrategias tienen la de mandar a los pioneros que estarán en cada colegio electoral, casa por casa, para obligar a que las personas acudan a votar.
Y si todo eso sale mal, si la abstención es mayúscula, y si el número de boletas anuladas es tan grande que algún dirigente corra el riesgo de no salir electo, siempre queda la opción del fraude, y para eso hay guardadas cajas de boletas adicionales en las provincias, que llegarán a los municipios este sábado. Todo lo tiene amarrado el castrismo, y al final dirán que fue una victoria más, otro espaldarazo al sistema que todos envidian en el mundo.
Mientras, la campaña electoral, que la hay y ha sido muy intensa, solo que los medios nos muestran nada más al Hombre de la Limonada, llega a su fin. Yo perdí la cuenta de las veces que el presidente visitó Santa Clara, por donde saldrá electo. Y toda la prensa lo llenó de loas por aparecerse en la ciudad del centro del país y visitar los lugares con menos problemas, o donde las personas ganan los mejores salarios.
No dijo Díaz Canel cómo iba a resolver los acuciantes problemas del transporte, cómo le iba a poner fin al maltrato animal, o qué hará para revertir la situación con la basura, o con la contaminación de los ríos Bélico o Cubanicay. Tampoco habló de la estrategia de su gobierno para que el agua no falte en la ciudad, o para que los hospitales dispongan de lo necesario para una atención decorosa. No se refirió al problema del empleo o a las políticas gubernamentales para aumentar la producción y rebajar la galopante inflación.
No, el mandatario impuesto se limitó a caminar por las calles de algunos lugares, pasear por la textilera, Sakenaff o alguna otra empresa y hacerse muchas fotos. Incluso participó en algún concierto y habló bastante cáscara de piña. Todo eso con la intención de que el domingo los santaclareños no le pasen la cuenta en la votación, algo que no ocurrirá, porque el castrismo no puede darse el lujo de que el presidente en ejercicios no reciba el 50 por ciento más uno de los votos.
Similar situación ocurre con Manuel Marrero, primer minsitro y candidato a diputado por el municipio holguinero de Gibara, a donde fue en múltiples ocasiones en los últimos días, a pesar de que en Cuba no hay transporte ni gasolina, ni ambulancias. Pero para Marrero y Díaz Canel, los que hicieron campaña más intensa, si hay, sin importar que personas mueran en algunos sitios porque no pudo llegar un vehículo en su auxilio, muchas veces porque los existentes no tienen combustibles, gomas o baterías.
Las elecciones y el intento del castrocomunismo por legitimarse pueden terminar en un chasco generalizado, porque el descontento de la población es cada vez mayor, y constantemente te encuentras personas en la calle que se preguntan para qué van a votar, si todos va a seguir empeorando y la cúpula gobernante y la familia Castro no harán nada para resolver los urgentes problemas que tiene la gente.
La solución es no votar. No salir de casa, no recibir boletas por una ventana, no participar en la farsa orquestada por el gobierno. La solución pasa por dejarles claro a todos que Cuba no los quiere más, que ha llegado la hora del cambio. Comencemos ahora, cubanos.