Por Anette Espinosa
La Habana.- En Cuba no hay de nada. Eso no tienen que recordármelo cada día las redes sociales o los medios independientes, esos a los cuales solo puedo acceder a través de una VPN, porque ETECSA, que es lo mismo que el castrocomunismo, no quiere que leamos lo que se dice del país que, según el impuesto presidente, sigue siendo la envidia del mundo.
En Cuba no hay de nada. Y por no haber, no se encuentran ni los medicamentos más elementales. No digamos aquellos de última generación para tratamientos costosísimos, que cuestan miles de dólares en cualquier país del mundo. No. No hay ni Omeprazol inyectable, un fármaco que necesita el actor Rubén Breñas para tratarse una gastritis corrosiva.
Breñas, famoso por muchos de sus personajes en la televisión, se encuentra ingresado en cuidados intensivos en el hospital Hermanos Ameijeiras, uno de los mejores centros de su tipo en Cuba. Pero ni ahí se encuentran las medicinas que necesita el actor, razón por la cual por la redes sociales corrió como la pólvora un mensaje con el pedido de ayuda urgente.
Es lamentable que esas cosas ocurran. Que no haya medicamentos para casi nada, que los hipertensos tengan que pedirlo a sus familiares en el exterior, porque a las farmacias llegan cantidades limitadas, que se venden de antemano o salen luego al mercado negro.
Tampoco hay férulas para ortopedia, ni aparatos para tratar los dientes de niños, ni anestesia, ni analgésicos, ni instrumental para cirugía, la razón principal por la cual los cirujanos posponen todo el tiempo las operaciones, o, en caso contrario, le dicen al enfermo o a los familiares, que tienen que buscar anestesia, sutura, esparadrapo y desinfectante.
Esa es Cuba. Hoy no me voy a referir a las otras cosas que faltan, sino a las relacionadas con la Salud Pública, uno de los supuestos pilares de la revolución comunista, en un país donde no hay ambulancias, ni para evacuar de urgencia a un herido, como ocurrió hace unos días en La Monumental, esa vía que circunda a la capital cubana.
Allí murió Yasmany Scull Castellano, quien fue atropellado por un vehículo que se dio a la fuga, y aunque las personas que estaban cerca pidieron una ambulancia, esta demoró tanto en llegar que el hombre falleció. Pero no es la única historia de ambulancias, sobre las cuales se pueden escribir novelas de las cosas que pasan con ellas, incluidos pagos para que recojan a un paciente en una casa o lo trasladen de hospital.
Tampoco hay en Cuba los aditamentos que se usan para darle oxígeno a las personas. Cuando llegan a un cuerpo de guardia con asma, lo primero que pregunta la enfermera es si trajiste la boquilla, la máscara o los tubitos, porque no los hay, y, encima de eso, no los venden.
Hay hospitales donde no hay nada en el dispensario de medicamentos, pero el médico, cuando te consulta, te dice dónde, al frente o al lado, puedes encontrar lo que necesitas, unas veces traído de Estados Unidos, de Rusia o de Haití, pero otras sacado del mismo centro asistencial.
Tampoco hay reactivos para la mayoría de los análisis que hacen los laboratorios, ni aparatos de Rayos X, ni de ultrasonido, ni sillas de rueda, ni agua en los hospitales. Y por no haber, cada vez hay menos médicos. Los anestesistas están tan escasos que ya no tienen permiso de salida temporal, lo mismo que los cirujanos. Y los estudiantes de medicina abandonan las carreras aunque estén en quinto año, porque saben que si se gradúan no los dejarán salir del país, que es lo único que quiere la inmensa mayoría de los cubanos.
Mientras todo eso pasa, el gobierno trabaja en la farsa electoral, una elección donde se vota por los que ya están electos, luego de ser escogidos a dedo por el Partido Comunista.
Así está Cuba, y aún así los gobernantes dicen que somos la envidia del mundo. Aunque a ellos es fácil entenderlos, porque solo miran para dentro de sus casas, de sus modernos autos, de sus fastuosas vacaciones, de sus comodidades y atenciones de primera. Los que dirigen Cuba no piensan en nadie más que en ellos.