Yo soñé con gigantes

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Por Ham Zemóg

¡El alba atizaba, desgranaba el tinte de las montañas; acuñaba un despertar, una ilusión; una añeja esperanza! El alba atesoraba una sonrisa amontonada en los confines del alma, debido a las tupidas redes del otrora tirano. Asimismo, el alba, iba muriendo, cuando el astro bruñía su ojo sobre la isla que al mundo le extirparon. Y a lo lejos, dos gritos monstruosos hendían los cielos a velocidades galácticas. La orden estaba dada desde horas tempranas. Un rugido perdió las cuerdas contra el MINFAR, el otro desató su ira sobre el Consejo de Estado.

La Habana quedó arrodillada al polvo, al divino terror. Los archivos, los papeles, los registros de la inicua estocada contra el pueblo, de las tantas patrañas, habían quedado sepultados. Entonces comenzó el éxodo del opresor, acción ausente de visado desde el 1 de enero de 1959, última vez que el dueño del ejército, del poder, del dinero, había escapado de Cuba. En los últimos 64 años, solo el pueblo, el amante inmaculado de la Patria, fue amo de tan deliberante tarea.

Algunos no tuvieron tiempo o simplemente sus nombres nunca se escribieron en los boletos de los jet, helicópteros o yates: a ellos también les habían mentido impunemente. Pero es el precio por trocar la mentira en verdades, de sacrificar principios por casonas en una ciudad demolida, o cuatro ruedas sin calles para poder rodarlas. Se escondían como ratas de la Francia medieval, sobre todo, al correrse la voz del Gobierno amigo: los gobernantes e implicados, a la Plaza Cívica (anteriormente mal nombrada Plaza de la Revolución).

Aparecieron varios Generales, Coroneles y de todos los rangos. Secretarios del Partido Comunista; de la Juventud, militantes de ambos; CDR… buscando conmutación. También hizo entrada Randy Alonso, varios “periodistas”, conocidos y no tanto, como fue el caso de Froilán Arencibia. ¡Degenerado! Le gritó una gorda a Michel Torres Corona y a su compinche de estudio. De uno en uno fueron abandonando sus madrigueras. Solo bastaron par de misiles, pues es extremadamente fácil abatir y golpear a un pueblo desarmado. Con ello solo se demuestra la falta de valor y de valores. Sin embargo, en un combate de “igual a igual”, siempre el compinche del tártaro ondea su blanca bandera embarrada de sangre.

Humberto López estaba desaparecido. Hubo que convocar a todo el pueblo para poder encontrarlo. Lo atraparon en las cuevas de las Escaleras de Jaruco, flaco, picado por mosquitos y embarrado de fango para intentar esconder su inicuo rostro. Fue el único que a petición de las masas, permaneció una semana desnudo, al sol, en la Plaza, para que todos disfrutásemos de él, como si fuese un monigote de circo. Luego, por votación unánime, fue ajusticiado en el paredón junto a Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien tampoco tuvo un boleto asegurado en los artefactos de huida. A este último lo atajaron a tiempo, con una Browning 9 mm colocada en la sien hacía como 72 horas. De igual modo,  estaba flaco, ojeroso, envuelto en lágrimas, encharcado en meado y en mierda: le faltó valor para apretar el gatillo. A las baldosas que apuntalaban la pena capital, también fueron a parar reconocidos esbirros del 11-J y de posteriores sucesos, así como de muchos otros acaecidos en la oscura causa de la “Revolución”.

De Lis Cuesta nunca más se supo, algunos aseguraron que su amante la sacó del país, pero al no tener dinero, la dejó botada en Perú. Allí se volvió alcohólica y limosnera. Contaron también que a cada rato hacía las horas de prostituta, pero como tenía los huesos pegados al pellejo, era rechazada por todos.

Casi siempre, la cobardía galopa descontrolada en los senderos del prepotente. Arma es poder; razón es justicia; multitud verdad y cuando se esconde, la realidad se opaca y la mentira queda desnuda. Todo eso había sucedido en Cuba. Los Castros fueron capturados de uno en uno en cada hendija del mundo con todas las cuentas congeladas y puestas a nombre de la libertad: del futuro Gobierno que estaba por crearse. De todos ellos, solo Sandro, Mariela y el Crustáceo se llevaron la peor de las partes, pues Raúl había muerto a mediados del 2021.

Inmediatamente, un país nórdico hizo el papel de Gobierno Interino hasta el día de las votaciones. Se permitió crear hasta tres Partidos y durante cuatro meses dieron los mítines por toda la renaciente República, la cual de a poco iba tomando forma. Cada Partido seleccionó su candidato. El 16 de Abril fueron las elecciones. José J. Estévez, de La Nueva Revolución (LNR) y Joaquín Almaguer, del Partido Constitucional Capitalista (PCC), se involucraron en una segunda vuelta, ganando Estévez: quizás por las siglas macabras que representaba Almaguer.

El alba despertó de su letargo, porque el claro solo era una ilusión desabrida como todas las otras cosas. ¡El pueblo volvió a trabajar, con las manos arrugadas, pero viviendo de ellas sin necesidad de robar! ¡Las cárceles quedaron semi vacías, pues no existe delito más sano que hurtar por la carencia! La sonrisa nuevamente cundió las calles: no la sacada por el alma para encubrir las penas, sino esa que no cabe entre los labios, esa que evoca la sincera reyerta de la tranquilidad. El dominó, una vez más, matizó el pentagrama de los barrios, las limpias esquinas, los crecidos mercados. Se canjeó las cáscaras de los inmuebles por la fraternidad policromada del renacer. Tuvimos la autonomía de escoger por nosotros mismos, lo que nosotros mismos quisiéramos para nosotros.

Y volvió la cultura, el buen vestir, la educación perdida, los suprimidos valores a formar parte de cada municipio de la resucitada isla. Y retornó el nieto para abrazar a su abuela; también hubo los que llegaron con flores para los suyos muertos. Pisaron tierra los prohibidos, y cantaron alegatos hacia las pocas nubes. Los oxidados motores de las industrias se cambiaron, con aquel presupuesto repatriado, comenzando a moler sin detenerse. ¡Los destruidos pueblos, colindantes basureros, hogares de epidemias y enfermedades, fueron sepultados por imponentes construcciones! Hospitales y escuelas funcionaron, no solo en televisivos embustes, sino también en vida real, en las entrañas del estudiante y del enfermo.

La libertad volvió, los derechos del hombre sin barreras ni conciencia. Solo existía una consigna: “El bienestar de la Patria es el gran ideal”. Y hubo huelgas, desacuerdos, reyertas, porque así es la naturaleza humana. Sin embargo, nada que en cuatro años, con nuevas elecciones, no se arreglara al gusto de cada quien.

José Julián desembarcó de su exilio, una vez más agarró el cetro como Apóstol de la Patria. Dejó de recomerse los huesos en su tumba. Suprimimos el hecho de ser la cárcel de un apellido para ser la nación de todos los demás. Así, creció la bonanza, el júbilo, cosechando al mar las alegrías sonsas. Fue cuando desperté y todo seguía completamente destartalado, gobernado por los mismos ladrones e incapaces de siempre; con la misma miseria de siempre. 

Y mirando hacia arriba, ya no existían altos edificios, solo un azul vacío, con los mismos gorriones hambrientos del siglo pasado. Sin embargo, yo recuerdo que en el espejismo de mi letargo, aprecié numerosos balcones sobre mí. En ese instante, tuve el corazón de vuelta, al olvidar los aviones del trovador ausente y soñar con gigantes que alumbraban el cielo.

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