Dariel Ruiz García, otro preso político sin derechos en Cuba

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Por Julián Pérez
La Habana.- El ensañamiento del castrismo con todo aquel que piensa diferente no tiene límites. En Cuba, si no estás con el gobierno, tienes que guardarte muy bien tus expresiones o tus manifestaciones, porque correr el riesgo de ir preso, y que después de estar en prisión se violen todos los derechos, como sucede con Dariel Ruiz García.
Tras los sucesos del 11 de julio de 2021, la dictadura, fiel a su manera de actuar, intentó descabezar a todo el movimiento. No hubo líderes en aquellos sucesos espontáneos, pero todo el que intentó organizar algo, liderar en algún momento, se convirtió en enemigo público, y llegó el momento en que las huestes de castrocomunismo fueron a por ellos.
Tuvieron tiempo las implacables fuerzas de la seguridad del estado y su cohorte de chivatos de estudiar cada vídeo, cada manifestación, y de seguir atentos a lo que pasaba, para mandar a prisión a cualquiera que intentara revertir el orden y amenazar a la familia Castro, dueña del feudo llamado Cuba.
Un mes y una semana después del 11J, Ruiz García, quien reside en el poblado de Aguacate, perteneciente al municipio de Madruga, en Mayabeque, fue apresado. ¿Qué hizo? Cantó la canción Patria y Vida y eso quedó registrado en un vídeo, que la Fiscalía tomó como prueba para condenarlo.
Antes, cuando estaba en el técnico de la capital provincial, en San José de las Lajas, fue golpeado y torturado, sin tener en cuenta de que le falta una pierna, ni de que su protesta fue pacífica, como se supone que tiene derecho cada ciudadano a expresar sus opiniones.
Tras un tiempo prolongado en San José, lo trasladaron a melena del Sur, a un centro de alto rigor, donde permaneció casi un año en espera de que le celebraran un juicio. No le ofrecieron derecho a una fianza y lo dejaron en la calle esperando el momento de la vista oral. No, lo mandaron a una prisión a esperar al juicio, que llegó el 29 de julio de 2022, en una franca violación de todos sus derechos y en una muestra de lo poco que le interesa al gobierno cubano la vida de sus ciudadanos.
La vista fue pospuesta dos veces con anterioridad, y al reo le pidieron nueve años. Decirlo es fácil, pero no lo es tanto que te pidan nueve años por cantar Patria y Vida, una canción que refleja el sentir de todo un pueblo, que representa lo que pasa en Cuba, por más que el impuesto presidente diga que «es de muy mal gusto».
Al final, fue condenado a dos años y medios, de los cuales ya había cumplido casi la mitad de la condena, y podía salir en libertad, pero a Dariel aún le quedaban cosas por ver, sobre todo que sus carceleros le iban a cobrar caro las protestas de su familia por la demora de su juicio.
Para el lector que no conozca de quien hablo, puedo decir que se trata de una buena persona, joven, de excelente conducta, sin antecedentes penales, sociable y alegre, que encima de eso le falta su pierna izquierda, además de que tiene una miopía muy avanzada. Pero eso n le importó a sus carceleros (y no me refiero a los que controlan la prisión, sino a los que desde arriba trazan las políticas con un control exhaustivo de cada reo).
Le negaron la libertad condicional, al solicitarla tras cumplir la parte correspondiente de su condena (le negaron también atención médica) porque le encontraron en una requisa un rollo de cinta que tenía el fin de cubrir su colchón, lleno de chinches y piojos, plagas habituales en los centro penintenciarios de la dictadura castrista.
Tampoco le han permitido salir a un campamento de trabajo, como sucede con reos que están en la parte final de sus condenas, por supuestas indisciplinas, alegan, aunque todos saben que los represores del régimen necesitan jóvenes presos en cada municipio para recordarle al resto que cualquier manifestación contra el gobierno se paga con prisión.
Así, de paso, los incitan a abandonar el país para que, una vez fuera, envíen dinero a sus familias. Ese dinero se lo esquilma el gobierno con productos que les vende en las tiendas MLC a precios más caros que los que puedan tener las mejores tiendas de alimentos y útiles del hogar de Nueva York, Tokio, Berlín o cualquiera otra gran urbe del mundo.
El de Dariel Ruiz García es solo un caso, una muestra más de que los derechos de los presos políticos en Cuba son violados constantemente, sin que nadie se preocupe por su situación, al menos desde dentro del país, y me refiero a organizaciones, embajadas de otros países o personalidades con peso e influencia.
En Cuba no hay justicia y Dariel Ruiz García puede dar fe de que es así.

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