Por Jorge Sotero
La Habana.- Ante la imposibilidad de opinar de política, so pena de ir preso si solamente tocas con el pétalo de una rosa al castrocumunismo, y ante la pérdida de protagonismo del béisbol, muchos cubanos, periodistas incluidos, se aferran a la rivalidad Real Madrid-Barcelona para dar rienda suelta a pasiones y frustraciones.
Ser del Real Madrid o del Barcelona es como llevar una bandera en el corazón en una Cuba que se cae a pedazos, cual si vivieras en algún rincón de la capital española, o en un suburbio de la llamada Ciudad Condal.
La rivalidad nace en España, donde se juega, y a donde pertenecen ambos clubes, donde se cimentan esos encontronazos constantes, pero en Cuba los mensajes se alimentan desde posiciones polarizadas por los mismos agentes de la comunicación, digamos Reinier González, el apasionado relator de la televisión, y Michel Contreras, su antítesis desde Cibercuba o las redes sociales.
González es un declarado fan del Real Madrid, aunque diga que del Valencia, un club que apenas cuenta. Y Contreras es un desmedido fan culé, de esos que se cree a pie juntillas lo que se escribe desde Cataluña, con un relato desmedido, que lo lleva, incluso, a dar por buenas la sarta de mentiras que medios e influencers afines a Can Barca sueltan por doquier, sin tener en cuenta que hay pruebas que demuestran lo contrario.
Mientras González despotrica de Messi, el Dios del Barcelona, Contreras olvida que hay hasta tres fotos de tres condecoraciones en momentos diferentes del equipo culé al dictador Francisco Franco, a quien, sin embargo, el periodista de Cibercuba y otrora de Cubadebate, dice que es uno de los culpables de los momentos de gloria del Real Madrid, porque lo salvó en infinidad de ocasiones.
Para Contreras, como para Joan Laporta y todos los culés, el escándalo de corrupción en el que está metido el Barcelona ahora mismo, por pagar durante 15 años al segundo del Comité Técnico Arbitral (CTA), José María Enríquez Negreira, es culpa del Real Madrid. El Barça, que constantemente se contradice y que corre el riesgo hasta de un descenso, pagó al que designaba a los colegiados para que estos fueran imparciales. Y esa es la bandera de Contreras.
Tanto González como Contreras son grandes en lo que hacen. El primero se prepara como ninguno y tiene una memoria prodigiosa y capacidad de análisis como ningún otro en la televisión, un medio en el cual sus colegas parecen limitados mentalmente.
Y Contreras escribe como los dioses. Es un cronista exquisito, un redactor con clase que se pierden los mejores periódicos del mundo en habla hispana. Pero demasiado apasionado, tanto, que es poco probable que algún gran medio lo contrate alguna vez.
Que saquen ambos sus colores no está mal. Nadie es imparcial en la vida, pero las exageraciones, partiendo de odios alimentados cualquiera sabe cómo, van más allá. Y esas posiciones, a veces tontas o estúpidas, sirven de bandera a miles de seguidores de unos y otros.
Los cubanos, como dicen que dijo Máximo Gómez, cuando no llegan, se pasan. Y para mí, estos dos se pasan, aunque yo no soy nadie para dar clases de mesura, si de deporte se trata, si de fanatismos hablamos, lo mismo sea en política que en cualquier otra cosa de la vida. Al final, prefiero a Reinier González y a Michel Contreras que a dos papas sin sal, sin conflicto en sus discursos, como Oscar Sánchez (Granma) y Rodolfo González (TV), por solo mencionar a dos de los confiables relatores o voceros del castrocomunismo.
