Por Fernando Clavero
La Habana.- apenas faltan unas horas para el debut de Cuba en el V Clásico Mundial de Béisbol. La escuadra antillana se medirá a su par de Holanda, un país al que hace tres décadas se les ganaba siempre y que ahora ha virado la tortilla, incluso con escuadras menores en torneos de poca monta.
Al fin, como dice el diario Granma, en la voz de su subdirector Oscar Sánchez, el manager Armando Johnson ya tiene completo el roster, el mejor posible tras la negativa de varios jugadores de Grandes Ligas de representar a un país del cual tuvieron que salir huyendo para cumplir el sueño de jugar en el mejor béisbol del mundo.
Vale recordar que el gobierno cubano, con Fidel Castro a la cabeza, le declaró la guerra por medio siglo, o más, a todo lo que oliera a profesionalismo, una posición que enterró al béisbol en la isla, incluyendo su campeonato nacional, y que forzó a todo el que tuviera un poco de talento, o de sueños, a emigrar.
Cada vez que un jugador de clase mundial, con aspiraciones de jugar en las Grandes Ligas, desertaba o se iba en una lancha, el mismo diario Granma que hoy habla de “familia completa”, publicaba los comunicados del INDER o de la Federación Cubana de Béisbol, que es más o menos lo mismo, acusando de traidores a la patria a todo aquel.
Ahora, de cara al V Clásico, llamaron hasta a esos para intentar enrolarlos de nuevo en un equipo que, pese a todo, yo creo que no irá muy lejos, todo lo contrario a si hubiera jugado todos los que están en el circuito de Grandes Ligas.
Con dos o tres en activo en el mejor béisbol del mundo, más otros tanto que pasaron por allí, y algunos provenientes del béisbol japonés, el equipo Cuba intentará hacer un papel decoroso, con una manager más, al estilo de Miguel Borroto, Carlos Martí, Armando Ferrer o Víctor Mesa, esos mismos que siguen aferrados a las improvisaciones, a la vieja escuela cubana, basada más en el empirismo siempre que al estudio de nuevos sistemas, de un béisbol diferente.
La familia, como dice Oscar Sánchez -quien de seguro delegará en otros sus funciones en Granma- para hacer la cobertura del Clásico- está completa, pero no es verdad. Verdad sería si estuvieran todos los que pudieran estar, si el manager hubiera tenido libertad de elección, o si un organismo deportivo, sin tener que rendirle cuenta a los Díaz Canel o Raúl Castro, hubiera escogido al manager sin tener en cuenta otras cosas que no sean las deportivas.
Ese equipo Cuba no es el mío. Puede ganar o perder, pero no es el mío. Si gana, me alegraré por aquellos que creen que aún estamos en la cima del béisbol mundial, y si pierden, me alegraré por esos cientos que tuvieron que escapar de la isla para poder jugar en las Grandes Ligas.
Me alegraré por Tony Oliva, Minnie Miñoso, Tany Pérez, Bárbaro Garbey, René Arocha, el Duque Hernández, Rolando Arrojo, José Contreras, Liván Hernández, Aroldys Chapman, José Abreu, José Iglesias y muchos más, decenas más, que algunas vez hubieran querido volver a su país, como hacen dominicanos, panameños o venezolanos, pero el sátrapa de turno, casi siempre de apellido Castro, se lo prohibió.
Por eso no creo en el manager, en la familia que dice Granma, incluso ni en los que visten la casaca del equipo Cuba, por más que crea que uno de ellos, Luis Robert, tiene pinta de estrella, si no se lesiona tanto como hasta ahora.
Así que ya saben, si el Cuba gana, disfrútenlo aquellos que creen en él. Si pierde, como creo que ocurrirá, lo haré yo. Ese es el equipo del gobierno, al que abanderan con himnos y marchas, el que representa a la dictadura, la misma dictadura que machuca a los cubanos y los tiene al borde de la muerte por hambre.