El final de Álvarez Cambra

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Por Oscar Durán

Hace unos días,  El Vigía de Cuba publicaba un texto sobre el abandono, por parte de la dictadura cubana, del ortopédico y defensor del régimen cubano Rodrigo Álvarez Cambra. En el artículo, veíamos una imagen del médico con un estado de salud terminal. Era el preludio de una muerte anunciada, pues este jueves conocimos el fallecimiento del galeno, quien acababa de cumplir 88 años,  el pasado 22 de diciembre. 

A Álvarez Cambra ya la dictadura lo había matado en vida hace unos tiempo atrás. Según denunció el doctor Liván Peña Marrero, «al profesor lo borraron de un estudio de la Sociedad Cubana de Ortopedia y Traumatología. No lo mencionaron en ninguna de las seis páginas, lo que sin dudas era una infamia para denunciar públicamente».

Otra que se sumó a las quejas sobre el olvido del galeno, fue la periodista Julita Osendi. “Desde hace más de cuatro décadas esta reportera conoce a uno de los médicos más extraordinarios que pueden existir, no sólo en Cuba, sino en todo el planeta. Su trayectoria lo sitúa a la cabeza de los mejores y más relevantes ortopédicos y traumatólogos.

«Rodrigo Álvarez Cambra, quien desde su retiro hace cuatro años, permanece olvidado por quienes le deberían tener respeto y admiración (…) Su jubilación no estuvo exenta de tristeza, pues aunque él a sus 82 años personalmente había solicitado la misma, no se materializó en los mejores términos (…) como viejo traste que rindió y ya no da más jugo. En octubre del pasado año fue celebrado un Congreso Cubano de Ortopedia, primero que se realiza sin estar él al frente y ni siquiera tuvieron la delicadeza de invitarlo”, dijo Osendi en su post.  

“Ojalá y la rectificación venga pronto y el próximo 22 de diciembre el eminente profesor pueda cumplir felizmente sus 86 años. Hechos como estos me imponen necesariamente una pregunta: «¿qué legado, qué ejemplo, qué conducta a seguir le estamos dando a los jóvenes médicos cubanos?”, concluía la periodista.  

Álvarez Cambra nació el 22 de diciembre de 1934 en Candelaria, Pinar del Río, y comenzó sus estudios de medicina a finales de la década de 1950, pero tras el cierre de la universidad en 1956, consiguió trabajo en el hospital Calixto García de La Habana hasta que después de 1959 reanudó sus estudios.

Se graduó en 1964 e inició «una brillante carrera en el campo de la ortopedia y la traumatología», señala la información del Ministerio de Salud Pública.

El cadáver está expuesto en la Funeraria de Calzada y K desde las 8:00 p.m de ayer y en los próximos días se realizará un homenaje póstumo en el Hospital Ortopédico Frank País, de La Habana.

 “Su gran obra también se vincula estrechamente al deporte cubano. Atendió y salvó las carreras de centenares de deportistas lesionados y varios campeones olímpicos”, alega la nota del MINSAP.

Es justo destacar que muchos de esos deportistas también están olvidados por la dictadura cubana, o se fueron del país porque no quieren tener el mismo final que tuvo unos de los mejores médicos que dio la mayor de las Antillas.

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