(Tomado del Muro de Facebook de Jorge Fernández Era)
La Habana.- El pasado miércoles, en horas de la noche, tuve visita en casa. No quiso tomar café, pero fue un placer acoger en mi domicilio, de completo uniforme policial, al mayor Viera, para que yo «reciviera» una nueva citación, esta con destino Unidad 314 de la PNR (Aguilera y Lugareño, Lawton). Hora: 10:00 a.m. del viernes 3 de marzo de 2023, es decir, la misma en que publico una síntesis de lo acontecido.
Comienza la velada con ciertas preguntas sobre mi residencia. Cuando va más o menos por la cuarta, y ya con mi cachimba un tanto copada, lo abordo con la interrogante de rigor: «¿Acabará de decirme a qué vino? Solo me ha hecho preguntas que no vienen al caso». Me pide disculpas. El compañero goza de una educación que ya quisieran muchos de los que se aparecen en las casas a joderle el noticiero a uno.
A diferencia del primer teniente de la Seguridad del Estado que le antecedió el 27 de enero, y para dejar en claro su jerarquía, Viera, además de la infaltable moto, ostenta un «mayor grado» de hermeticidad en cuanto a los objetivos del papel de marras («Solemos citar a las personas para conversar con ellas». «Ah, ustedes entrevistan a todo el mundo. Pensé que el periodista era yo»).
Que no, que no existe contra mí denuncia ni causa judicial alguna. «¿Entonces qué? ¿Corté una flor en el parque? ¿Boté la basura donde no debía? ¿Hablé mal de alguien en alguna esquina?». «Cualquiera puede ser el motivo de que se le cite. Por ejemplo: por qué, si su dirección oficial es San Agustín, vive aquí, en Santos Suárez». «Porque yo vivo donde me plazca».
«Amo a mi país», me dice sin afectación alguna. «Yo igual. Soy tan cubano como cualquiera. También trabajo y paso las mismas necesidades que usted. Está en mi casa, sentado en ese sillón. ¿Por qué no conversar aquí?, tengo todo el tiempo del mundo». «Yo no. Estoy cansado, y hasta me siento mal». «¡Claro que tiene que sentirse mal con la barbaridad que hace!».
El clímax llega cuando reviso la citación y noto que, en el membrete, bajo el escudo, está escrito «República de cuba». «Menuda coincidencia que a Cuba la mencionen con minúscula y que usted, con su actuar, la esté reduciendo». No entiende la ironía y me da las gracias. «Lo informaré. Es loable que tenga tan buena ortografía». El despiste de su secretaria (lo descubro después) llega al extremo de minimizar la institución a la que pertenecen: Ministerio del interior.
La situación de estos muchachos con el papel es desesperante. Utilizan modelos viejos a los que le agregan un 3 para dejar sentado que estamos en un año que promete ser mejor. Y en el anverso de la citación reluce una «solicitud de imposición de medida cautelar de prisión provisional» a un forajido que se robó un «conejo blanco de ojos rojos y un gallo criollo carmelita».
A cada rato el mayor Viera hace o recibe una llamada de superiores e inferiores, como para que yo no abrigue dudas de que el regimiento entero está pendiente de mi caso.
Conversación difícil y fructífera. Con lo que oigo, reafirmo que no tengo nada más que hablar con Viera ni con sus jefes o súbditos, y que si alguien tiene que explicar algo son ellos, a ver cómo demuestran que no violan la Ley de Procedimiento Penal ni laceran los derechos del ciudadano.
Cuando publique estas líneas en mi perfil de Facebook (único espacio que «se me ofrece» para exponer razones), habré acudido o estaré yendo a dos citas más que me inventé. Una será la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Mis amigos sugieren busque un abogado que me represente, y algún asesor jurídico tendrá la organización a la que me digno pertenecer. La Uneac, entre sus «objetivos y fines», tiene los de «Velar por los derechos legales que se derivan de la creación artística y literaria de sus miembros» y «Exigir el cumplimiento de las leyes que protegen los derechos de la creación literaria, artística y la propiedad intelectual». Los Estatutos son enfáticos en cuanto a que sus asociados tienen derecho a «Recibir asesoría de la Organización con respecto a sus derechos e intereses profesionales».
La segunda cita será con la Fiscalía Militar Central del Ministerio del Interior, donde flota en el limbo la reclamación que presenté el 30 de enero, de la que aún no se me ha ofrecido la menor respuesta. Será que están cansados o se sienten mal. No fue la impresión que me llevé hace cinco años, cuando realicé la edición y corrección del libro por el aniversario 45 de la Fiscalía General de la República.
Las razones para las dos «entrevistas» son archiconocidas: escribir lo que escribo, no doblegarme ante las presiones para dejar de hacerlo, ser crítico con la realidad y utilizar el sarcasmo para decir lo mío.
Ahora que hagan su trabajo, ya sabemos que lo cumplen bien. Que me imputen delitos que no he cometido o que, por veleidades de nuestras leyes, deseen adosarme. Que me lleven al tribunal si les sale de sus grados militares. Seguiré defendiendo mi derecho a expresarme, a decirles en cara lo que pienso, siempre desde el respeto que a ellos no les está permitido hacia quienes no se doblegan ante su infamia. Desde los muros de una unidad de policía o de cualquier otro cuerpo represivo es muy fácil combatir ideas incómodas y pretender anularlas, pero se las pondré difícil desde esta Cuba, la mía, que defiendo con mayúsculas.