El de Con Filo habla de fuego amigo en Granma

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Por Anette Espinosa

La Habana.- El detestable conductor de Con Filo, Michel E. Torres Corona, también hace del diario Granma una tribuna. El rotativo no tiene ya periodistas con los cuales llenar sus lastimosas ocho páginas y no tiene más remedio que acudir a uno de los personajes más detestables de la televisión.

Torres Corona está en el top five de las personas de los medios más odiadas por los cubanos. Quizá entre los tres primeros, en posiciones que se alternan entre Randy Alonso, Iroel Sánchez y Humberto López, porque el otro que completaba la manita, Rafael Serrano, colgó los guantes hace como un año y cualquiera sabe si ya está por Estados Unidos, a donde van a parar todos cuando no le sirven más al desgobierno de La Habana.

El presentador de Con Filo es tan poco creíble como Humberto López, televisa menos que Randy y miente más que Iroel. Es algo así como un farsante al que le cuesta ser creíble, porque ni como un supuesto actor sirve. Pero los directivos de la televisión lo mantienen en su puesto, porque Polanco y sus adláteres del Departamento Ideológico le mantienen el dedo hacia arriba.

Ellos saben que nadie le cree, como no le creen a Humberto, a pesar de que intenta hacer de cada presentación en TV una obra de teatro. Solo que lo hace tan mal que su aparición en la pequeña pantalla genera desprecio y repugnancia en los televidentes, salvo en aquellos que defienden a ultranza el castrismo y creen que todo lo que viene de ellos es absolutamente así.

Ahora, Granma le abrió sus puertas a Michel E. (admito que no sé que quiere decir la E, pero no estaría muy lejos si fuera Ernesto) para que hable sobre lo que debe hacer un militante honesto en tiempos de redes digitales y sobreexposición permanente, e intenta aconsejar sobre la mejor actuación en cada caso.

Como fiel vocero y lamebotas del castrismo, el conductor de Con Filo, dice que todas las plataformas deben ser campos de batalla para los militantes, y los incluye a todos, desde los barrigones rosaditos del Comité Central y los ministerios, hasta el más infeliz, ese que al que no le alcanza la jubilación para una semana, que no tiene arroz, carne, aceite, medicinas, ni ropa que ponerse. Solo que unos y otros tienen motivos diferentes para pensar en lo que vale la pena defender o no.

Mientras los de arriba, incluido él, cada vez alistan sus armas con más ardor, los de abajo, que han sido el soporte de la farsa llamada revolución, van dando pasos al lado y abandonan las filas, en una desbandada que asusta a los encargados de controlar la militancia desde las altas esferas partidistas, al extremo de que han abierto las puertas a todo el que quiera entrar, han limitado la política de sanciones y no sé cuántas cosas más.

Los cubanos normales, ahora mismo, tienen una prioridad: irse a cualquier país. Los que no pueden hacerlo, porque no tienen a nadie que los patrocine desde el exterior, ni quien los acoja en cualquier otro país, pretender sobrevivir, en espera del colapso definitivo de los Castro, algo que guardaría estrecha relación con la muerte del nonagenario Raúl Castro, y la partida al exterior de sus hijos y nietos.

Sin embargo, Torres Corona dice que “nada desanima más que el ‘fuego amigo’. Un  militante armado de confianza y valor, puede resistir cualquier asedio enemigo, cualquier andanada de insultos, cualquier amenaza que provenga de sus adversarios, sin que haga mella en sus convicciones”, en una abierta incitación a todos los que forman parte del partido comunista a dar la cara siempre, aunque no tengan motivo para hacerlo.

Porque no solo no tienen razones para defender nada a ultranza, sino porque la mayoría inmensa ya no encuentra motivos ni para pertenecer a esa organización, y si aún se mantienen en las filas es porque temen que los dejen sin trabajo, que saquen a sus hijos de las universidades, o pierdan algunas de las prebendas que da la posición que tienen en hoteles o empresas como ETECSA, los únicos lugares donde el salario rinde algo.

Torres Corona, a quien le caben todos los adjetivos que uno quiera ponerle, dice que “cada vez que una persona no se siente bienvenida en la trinchera de la Revolución, la Revolución pierde”. Y claro que pierde, y lo perderá todo porque el proyecto revolucionario que fue en su momento, hace mucho tiempo dejó de serlo. Dejo de serlo desde que los Castro desaparecieron, fusilaron o desterraron a muchos de los líderes de la gesta que los llevó al poder.

En fin, el presentador de Con Filo y ahora columnista de Granma, le teme al fuego amigo, pero ese mismo fuego fue el que acabó con la vida de Camilo Cienfuegos, Hubert Matos, William Morgan y Arnaldo Ochoa. Y la revolución, a la que el llama a defender, se comió a sus mejores hijos para alimentar el ego de los Castro, así que no estaría nada mal que los hijos de los hijos se la coman a ella, y, de paso, acaben también con esos, como el propio Michel, Randy, Humberto e Iroel, que intentan defender lo indefendible.

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