Una visión sobria sobre la guerra de Ucrania

REPORTE ESPECIALUna visión sobria sobre la guerra de Ucrania

Por Earl J. Catagnus, Jr.* Analista militar estadounidense y francotirador en los combates de Falulla, Iraq.

Aquí estoy sentado. Soy un académico de mediana edad que vivió y estudió la guerra, sufriendo a diario por las heridas recibidas en una batalla que hace mucho que se olvidó, (Falulla,Iraq) luchando por dar sentido a la estrategia de Occidente en Ucrania. ¿Qué estamos haciendo nosotros en esa guerra? ¿Estamos librando una guerra de poder simplemente para desangrar los recursos militares rusos con los cuerpos de los guerreros ucranianos? O acaso ¿Nuestros líderes realmente no comprenden a los pueblos ucraniano y ruso y su larga y distinguida historia de “terquedad” estratégica? ¿Qué pasa con la brutal eficacia de la Federación Rusa en Chechenia, Georgia y Siria? ¿Nuestros líderes, particularmente nuestros comandantes militares, carecen de empatía estratégica, la capacidad de desvincularse de uno mismo y asumir la “mente del otro”? La evidencia sugiere que lo son.

Recientemente, el presidente del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, declaró que Rusia ha “perdido estratégica, operativa y tácticamente” en Ucrania. Esto, simplemente y lo subrayo, es grandilocuencia, propaganda limítrofe, posiblemente incluso llegando al nivel de desinformación.

Continuamente se nos hace creer que es solo cuestión de meses hasta que todo el ejército ruso se derrumbe. Hace casi un año, algunos de nuestros líderes políticos, estrategas militares y expertos en los medios afirmaban descaradamente que el reinado del presidente ruso, Vladimir Putin, terminaría debido a su “operación militar especial”. Incluso hubo alusiones de que Putin estaba al borde de la muerte.

Se nos dijo que las sanciones de Occidente paralizarían la economía rusa y obligarían a Putin a arrodillarse. El rublo colapsaría como lo hizo cuando la Unión Soviética se desintegró. La columna vertebral de la economía rusa, su producción de combustibles fósiles, sería aplastada bajo el peso de un Occidente unido. No había forma de que Rusia pudiera sostener su invasión dado que estaba aislada de la industria y la tecnología estadounidenses y europeas. Hace un año, hubiera sido absurdo que alguien propusiera la idea de que Irán, un régimen terrorista bajo estrictas sanciones occidentales durante casi 50 años, proporcionaría a Rusia tecnología militar para combatir en Ucrania.

El pueblo estadounidense ha escuchado estas fantásticas declaraciones antes. Hace solo unos pocos años, los generales estadounidenses testificaban anualmente ante el Congreso que era solo cuestión de tiempo antes de que Irak y Afganistán fueran «pacificados», las insurgencias derrotadas. Una oleada más, solo unos pocos recursos más, solo un par de miles de tropas más, y luego, sí, ¡toda la insurgencia dejaría de existir. La realidad y los hechos han sido totalmente diferentes, sobre todo en Afganistán dónde dejamos todo nuestro arsenal por orden de arriba.

Es hora de quitarles la fanfarronería a los generales y a nuestros llamados “expertos” estratégicos.

Primero, debemos reconocer que Rusia continuará librando esta guerra durante años. Para los rusos, la realidad del combate es que ya han estado luchando durante casi diez años, desde 2014 cuando en Ucrania Occidente le regaló un golpe de estado. La invasión de febrero pasado fue simplemente una nueva fase en una guerra en curso en áreas del Donbas y que nadie quiere referirse a ella.

A diferencia del ejército estadounidense, la doctrina militar rusa y su pensamiento estratégico reconocen, dan cuenta y aceptan la posibilidad de enfrentamientos militares de décadas de transición entre períodos de operaciones de combate de alta intensidad y acciones policiales de baja intensidad centradas en la población. Chechenia, Osetia del Sur, Transnistria y Siria son ejemplos de tales prácticas.

En segundo lugar, los objetivos estratégicos de Rusia son fluidos y cambiarán según las condiciones sobre el terreno. Las agencias de inteligencia occidentales todavía están tratando de entender por qué Putin decidió acercarse a Kiev en 2022, especialmente porque parecía que estaba ganando en todos los frentes de antemano. Cualquiera que sea la razón, los generales de Putin pudieron reconocer su estrategia fallida, retirar a decenas de miles de tropas y redistribuirlas para llevar a cabo campañas en el sur y el este.

De manera similar, la ofensiva de marcha hacia el este de Ucrania hace varios meses mostró que las fuerzas rusas estaban dispuestas a aceptar la derrota táctica y operativa para mantener un punto de apoyo estratégico en Donetsk y Lugansk. Los informes no oficiales sobre el terreno indican que los soldados rusos se retiraron inicialmente de inmediato, sin mucha lucha. Sin embargo, esto cambió cuando los ucranianos se toparon con sucesivas líneas defensivas rusas que estaban preparadas con mucha antelación.

Además, Occidente no está completamente seguro de cuál es la gran visión de Putin para Ucrania. ¿El objetivo es tomar todo el país? ¿Es para consolidar el territorio anexado en el este? ¿Es aplastar la capacidad militar de Ucrania para volverla inofensiva para los intereses rusos? ¿Es para derrocar al gobierno de Zelensky e instalar uno amigo de Rusia? ¿Es para evitar que la OTAN acepte a Ucrania como socio del tratado? ¿Son todos ellos? ¿Es una combinación de ellos? Ninguna de estas preguntas han podido contestarse con claridad.

Lo más probable es que el propio círculo íntimo de Putin esté haciendo las mismas preguntas. La respuesta se encuentra en algún lugar de la amplia categoría de “sí, no, tal vez, tal vez”. Tradicionalmente, los rusos son pragmáticos, dispuestos a negociar pérdidas a corto plazo con la esperanza de que finalmente prevalezca el peso de sus esfuerzos. Ardant du Picq, el famoso táctico francés que murió en 1870 durante la guerra franco-prusiana, describió este fenómeno como “esa inercia de los rusos que se llama tenacidad”. La aceptación de los conflictos de larga duración por parte de los militares rusos indica la presencia continua de tal pensamiento.

Tercero, hay un eco constante e implacable de que el ejército de Rusia es incompetente. No hay duda de que su desempeño táctico ha sido mediocre en el mejor de los casos. El plan de invasión inicial de Rusia se basó en inteligencia defectuosa y el exceso de confianza de los generales jactanciosos. Esto es bastante típico del ejército ruso. Es por eso que mejorar el éxito militar en el “período inicial de la guerra” fue un tema continuo en sus diarios militares desde 2010 en adelante. Están aprendiendo, adaptándose y prosiguiendo su guerra, de acuerdo con su línea de tiempo, no la nuestra. Y esto no queremos aceptarlo.

El alivio constante de los generales rusos por fracasar es una fortaleza organizativa, no una debilidad. Las muertes en el campo de batalla de los oficiales superiores indican la voluntad de compartir el peligro del combate con sus soldados, algo que las tropas admiran. Al final, sin embargo, la perspicacia estratégica y la determinación obstinada de las fuerzas armadas rusas son las más mortíferas.

Como soldado y francotirador, he visto la destrucción de la guerra, los cuerpos destrozados de los muertos y los moribundos, y las almas en pena de aquellos tocados por su frío abrazo. Sigo enterrando a mis hermanos que sucumbieron a las heridas que recibieron hace casi 20 años. Nosotros, los combatientes, creíamos que las estrategias de nuestros comandantes en Irak y Afganistán estaban arraigadas en un profundo conocimiento de nuestro enemigo. Falso. La victoria siempre estaba a una batalla más de distancia. Como lo demuestra el pasado reciente, esas estrategias se basaron en suposiciones erróneas que, en última instancia, llevaron a un conflicto perpetuo e interminable.

La falta de voluntad de Occidente para reconocer estas realidades «rusas» sólo conducirá a fracasos como los de Irak y Afganistán.

Aquí, una vez más, estamos apoyando a un pueblo valiente, luchando por su patria mientras nos mentimos sobre el adversario.

Miles de personas reales —hombres, mujeres y niños— están muriendo. Los soldados combatientes ucranianos, aquellos que están siendo mutilados y asesinados, merecen una evaluación honesta y lúcida de la situación. Es, sin duda, un imperativo moral que elaboremos una estrategia coherente centrada en poner fin a esta guerra en términos con los que ambas partes puedan vivir . Desafortunadamente, al momento de escribir este artículo, nuestra única estrategia es desangrar a los rusos a través de un interminable sacrificio de sangre de ucranianos y del pueblo ruso por añadidura.

*El Dr. Earl J. Catagnus Jr. es actualmente instructor de seguridad y análisis de riesgos en Penn State Brandywine, y anteriormente fue profesor invitado en el Departamento de Estrategia, Planificación y Operaciones Militares de la Escuela Superior de Guerra del Ejército de EE. UU. También es un exlíder de la sección de exploradores/francotiradores de la Marina de los EE. UU. herido en combate que luchó en la Segunda Batalla de Faluya.

 

 

 

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