Las incongruencias de la venta de autos en Cuba

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Por Anette Espinosa

La Habana.- Cuba anuncia que permitirá la importación de vehículos a personas naturales y jurídicas. Lo dijo el ministro de Transporte, quien resaltó en la Mesa Redonda que es una medida tomada a partir de escuchar las opiniones de la población. Nada menos que a partir de lo que piensa una población que, al parecer, hasta ahora se oponía a la venta de autos, camiones, ómnibus y que, de pronto, comenzó a clamar porque el gobierno lo hiciera.

Es inaudito. Desde hace más de 60 años los cubanos quieren que les vendan autos, porque la venta de vehículos resuelve más problemas que los supuestos que pueda crear. Un hombre con un auto puede ganarse honradamente su dinero. Su carro puede convertirlo en un taxi y con ese taxi, además de ganar el pan de su familia, resolvería uno de los problemas más serios que tienen los cubanos, el del transporte.

Nunca los Castro permitieron la compra libremente de vehículos. Solo unos privilegiados tenían acceso a esa posibilidad: los que se los ganaban en la zafra o en otros trabajos, luego de procesos de selección que servían para enfrentar a unos contra otros, con la enemistad permanente entre algunos de los candidatos.

También el gobierno le dio carros a los deportistas y músicos famosos, aunque la UNEAC, en algún momento, logró que sus miembros pudieran comprar o importar carros. Todo eso antes de que, en un arrebato de locura, los dirigentes pusieran a la venta algunos autos de segunda mano a precio de Ferrari o Lamborgini, en otra de las burlas más bestiales del gobierno al pueblo.

Ahora dicen que van a vender carros. Que habrá un impuesto del 30 por ciento para el que compra en relación con el precio mayorista, pero a mí me llueven las dudas. La primera de ella tiene que ver con las causas de este paso, impensable hasta hace poco.

Creo que lo hace -repito siempre lo mismo- para intentar ganar tiempo. El gobierno cubano espera que aparezca alguien que lo patrocine, al estilo de la URSS o Venezuela, y sabe que eso es imposible en estos momentos, una razón por la cual quiere estirar su estancia en el poder, en un intento desesperado de lograr una supervivencia en la que ya nadie cree.

Van a permitir los Castro -que siempre tuvieron carros del año- la venta de vehículos. Su principal lacayo, Díaz Canel, aboga por eso, porque el aboga siempre por todo lo que le propongan los dueños de Cuba, y el país se abre a la importación, aunque en la isla no haya ni combustibles para los escasos vehículos que circulan en estos momentos.

Es una detrás de la otra, y no se trata de palos por bogar y por no hacerlo, sino por las incoherencias de un gobierno ineficiente, que va de bandazo en bandazo. Porque en lugar de permitir la importación de vehículos, que al final crearán problemas, porque no habrá servicio de postventa, deberían permitir la entrada de los grandes fabricantes de autos.

Que venga Toyota, Nissan Mazda, BMW, Suzuki y Mitsubishi, o las que quieran, pongan sus locales de venta en Cuba y vendan vehículos, y que la población escoja el que quiere usar, si tiene dinero, si se lo manda su familia. O si se lo gana. Que pueda hacerlo, incluso, a plazos. Pero no: las ventas tienen que ser con la camisa de fuerza de lo que estima, considera y decide el gobierno.

Y luego hay que aguantar, según el ministro, que la determinación se tomó luego de escuchar al pueblo. Pero el mismo pueblo sabe que nunca lo han tenido en cuenta para nada, que todo en Cuba se hizo ‘a pepe’, desde que en enero de 1959 Fidel Castro dejó de ser el posible heredero de la finca de Birán para convertirse en dueño de una mucho mayor, llamada Cuba.

Desde entonces, él y su familia hicieron y deshicieron, capataces mediante en algunos momentos, lo que les dio la gana con los cubanos. Ahora venderán vehículos, pero que no me diga nadie que lo hacen después de escuchar lo que piensa la población.

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