Granma y DC no cambian: ahora hablan de vejez saludable

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Por Anette Espinosa

La Habana.-El diario Granma se supera cada día. Es como la revolución misma. En cada edición hace referencia a algo que no se cree quien lo escribe, quien lo editó y mucho menos el que lo dijo. Y este jueves, como no podía ser menos vuelve a enarbolar frases del impuesto presidente Miguel Díaz Canel, ahora sobre la posibilidad de garantizar a la población cubana un envejecimiento saludable.

El artículo firmado por René Tamayo, uno entre los tantos que se dedican a reseñar todo lo que hace el mandatario, hace referencia a un encuentro con expertos y científicos sobre temas de la salud, en el cual, dice, “se presentaron acciones de ciencia e innovación para garantizar un envejecimiento saludable”.

Admito que no tuve estómago para leerme el artículo completo y mucho menos para ver el vídeo adjunto, porque bastan dos párrafos para darse cuenta de que el gobernante de turno y su cohorte de periodistas piensan que los cubanos no somos normales y que nos vamos a tragar, así sin más, todo eso que dicen.

Los ancianos son los que más sufren en Cuba las carencias, y no hay que ir a los lugares más apartados para darse cuenta de que la pasan muy mal, de que viven en la miseria extrema, sin lo elemental que necesita una persona, mucho más necesario cuando las fuerzas escasean y el físico no da para mucho.

Ante todo, hay que decir que las jubilaciones no le alcanzan a nuestros abuelos ni para comprar la comida de una semana o los medicamentos o suplementos de un mes. Con lo que reciben, luego de una vida trabajando, no pueden comprar carnes, leches o huevos, y mucho menos yogurt o cosas de aseo personal. Porque no hay, y si lo encuentran, sus pensiones no permiten pagarlos.

No hay medicamentos para los ancianos, ni lugares donde prestarles atención médica. En las clínicas estomatológicas, cuando no hay agua no hay corriente, o equipamiento para atenderse la boca. En los hospitales, si enfermas, todo da asco. Las únicas salas más o menos dignas están en el centro de atención para la tercera edad, en el Calixto García, pero ahí no atienden a cualquiera. Tiene que ser con recomendaciones e influencias, o previo pago.

En La Habana es normal ver viejitos con los zapatos rotos, con la ropa raída y con mal olor. Y si usted, como yo, es de los que despierta temprano, seguramente verá a muchos ancianos husmear en los tachos de basura en busca de algo que les pueda servir.

Los hombres mayores suelen estar patilludos, porque ni cuchillas para afeitarse pueden pagar. Y es muy normal verlos desmayarse en las interminables colas de la ciudad principal. Pero en el interior es mucho peor.

El anciano que no tenga hijos o hermanos fuera que le mande algo, la pasa mal, muy mal. En algunos casos, conozco de esos, solo comen una vez al día, una comida muy frugal, y luego en la noche se toman una infusión de cualquier planta o hierba, porque ni al té tienen acceso.

Los ancianos, que fueron los que más hicieron por la revolución, son los que llevan la peor parte en la desgraciada Cuba de hoy. No pueden emigrar, porque no tienen dinero o porque serían una carga para sus hijos en el exterior, y en el país no tienen ni lo mínimo necesario para llevar una vida digna. Y cuando digo lo mínimo necesario me refiero a lo más elemental: unos huevos, un trozo de carne, los medicamentos de la tensión arterial, una atención médica eficiente, la posibilidad de llevar ropa limpia y zapatos presentables.

Salvo los nonagenarios dirigentes que lucen cada vez más rozagantes, el resto de los ancianos cubanos sobrevive a duras penas, y entonces hay que aguantarle a Granma que nos traiga unas declaraciones del impuesto presidente, donde dice Cuba trabaja por un envejecimiento saludable. Claro, olvidó decir que se refería a los Castro y sus acólitos.

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