Por Fernando Clavero
La Habana.- En los últimos meses, en la capital cubana y otros lugares del país abundan las cervezas importadas, y florecen algunos nuevos negocios, todo a cargo de las consideradas mipymes de las que habla el cubano común en referencia a las pequeñas y medianas empresas a las que apeló el gobierno para intentar contentar a una parte de la población y empoderar a su cohorte, aquellos pretorianos que defienden al régimen a muerte.
Hay mipymes en todo el país, pero las que tienen peso, las que hacen dinero y mueven sumas cuantiosas son las de personeros cercanos a la cúpula: miembros de la familia Castro, generales y sus hijos, familiares de dirigentes u otrora dirigentes, músicos y personajes de la cultura famosos, que se han alineado al lado de la dictadura.
Así funciona, al más puro estilo ruso: si estás conmigo y me defiendes, tendrás vía libre para hacer lo que quieras, hasta para importar autos, que es lo próximo que viene y que, según cuentan, también estará a cargo de las referidas pequeñas y medianas empresas.
Hace unos días, desde estas páginas, hablamos de la inauguración de una hamburguesería en la esquina de 23 y 12, en El Vedado capitalino, y, según las malas lenguas, pertenece nada más y nada menos que a Israel Rojas, el vocalista y director del grupo Buena Fe, uno de los más fervientes defensores de las tropelías de los Castro y de Díaz Canel, otrora policía y abogado graduado de una escuela militar, y conocedor al detalle de lo que hace el régimen con los cubanos.
Los precios, según Orlando Rodríguez, en su página de Facebook, están por las nubes, pero qué le importa eso a Rojas, cuando él solo sacará ganancias de allí, con la libertad que le otorga ser uno de los que gozan de prebendas y preferencias.
Ese no es el único negocio que el castrismo le entrega a sus acólitos. También entran en ese nuevo proyecto varios restaurantes y hasta la recién autorizada importación de autos eléctricos, mixtos o de combustión interna. Todo como parte de un proyecto para intentar lavar su imagen y aparentar una apertura que ni ellos mismos se creen.
Al final, todo eso crea una nebulosa tremenda y deja un sinfín de preguntas, muchas de las cuales nadie nunca podrá responder, cómo el origen de los fondos para importar los autos o los contenedores de cerveza, porque esa plata hay que sacarla de algún lado, y nadie en Cuba tiene fábrica de billetes verdes.
Al final, ese dinero sale de las mismas arcas del gobierno, del que llega por donaciones, del que no dedican a comprar insumos para hospitales y policlínicos, o materiales para las escuelas. Sale de lo que le han robado a un pueblo humilde por mucho más de medio siglo, y ahora quieren hacerse los buenos al permitir libertades en los negocios que ellos mismos prohibieron siempre.
Da pena el castrismo, pero más pena dan todos esos que creen ciegamente en que esa puede ser la vía que vaya a salvar al país, cuando la única salvación es echarlos a todos del poder, y limpiar la costra que han creado en una tierra que otrora fue una de las naciones más ricas de América y que ahora vive la miseria más absoluta.
Yo no creo en las mipymes, ni en el gobierno, ni en la familia Castro. Yo creo que solo intentan ganar tiempo en espera de que algún país haga lo que una vez hicieron la URSS y Venezuela. Porque si sus intensiones son tan buenas, por qué no se abren de verdad al mercado y en vez de permitir que las mipymes importen autos, dejan que lo hagan los propios fabricantes, como en todos los lugares del mundo.
Para el cubano, por obra y gracia de los Castro y sus secuaces, todo tiene que ser por buchitos, cuando a ellos les convenga. Y después, supuestamente, hay que agradecerles por sus bondades.