Derecho a réplica, Arocha y aquellos Metropolitanos de 1982

DEPORTIVASDerecho a réplica, Arocha y aquellos Metropolitanos de 1982

Por Fernando Clavero
La Habana.- El Derecho a réplica de Ian Padrón se ha convertido en mi programa favorito. Semana tras semana, y a veces cada menos tiempo, el cineasta nos regala conversaciones amenas con cubanos trascendentales. El último de ellos fue René Arocha, quien me llevó a una etapa importante de Cuba y del béisbol.
Arocha rememoró momentos importantes de su paso por Metropolitanos, aquel equipo del cual fueron sancionados 17 peloteros por sospechas de vender partidos, sin que pudieran probarle a la inmensa mayoría de ellos que lo hacían. Una purga de la que milagrosamente se salvo el Jackie Robinson de Cuba, como llamó el periodista Jorge Morejón al pitcher oriundo de Regla.
Recuerda como si fuera ayer aquel campeonato. Los Metros por delante de Industriales y peleando a brazo partido el título con Citricultores y Vegueros, dos de los grandes de aquellos tiempos. Y recuerdo la nómina del equipo que dirigía Pedro Chávez, con Elnudys Poulot, Monguito Cabrera, Dagoberto Echemendía, Blas Mayeta, Javier Méndez, Darcourt, Lázaro de la Torre y Armando Ferreiro, entre otros.
Pero, sobre todo, en esa nomina destacaban dos grandes estrellas: Rey Vicente Anglada y Rodolfo Puente. El primero fue uno de los purgados y enviado a prisión, a pagar por algo que siempre negó. Nadie pudo probar nada, pero, aún así, Anglada y muchos otros fueron a parar a la cárcel.
Arocha, que por entonces tenía 18 años, le confesó a Ian que se salvó de milagro. Y cuando dijo eso sentí como un escalofrío, porque pudo haber sido así. Pudieron sancionarlo, enviarlo a una prisión y cortar de raíz una carrera que terminó en las Grandes Ligas, el mejor béisbol del mundo.
Entonces me acordé de Anglada, a quien le escuché muchas veces hablar sobre el tema y decir siempre que aún no entendía por qué lo habían sancionado, si no tenía la más mínima idea sobre la venta de juegos, ni cosas por el estilo. Y también recuerdo unas palabras de Eladio Iglesias, aquel pitcher derecho ya fallecido de los equipos habaneros, quien me confesó una vez que todo había sido un gran montaje y la más grande mariconá del deporte cubano.
La prisión fue el premio a un equipo que jugó a un altísimo nivel, que se entregó durante 51 juegos en el terreno con la intención de demostrar que no eran segundos de nadie, y mucho menos equipo escuela ni esas cosas que se dijeron siempre en relación a Industriales.
Esa vez le cortaron las alas a un grupo numeroso, sin que nadie pidiera perdón después. Porque para el régimen pedir perdón significa haberse equivocado, y eso nunca lo admitirían, por más que después permitieron que Anglada volviera al béisbol, que entrenara a Industriales y llegara al equipo Cuba. Pero eso no lava la afrenta, ni con él, que se perdió los mejores años de su juventud, justo cuando rendía a mejor nivel, ni para el resto, olvidados todos.
Arocha hizo después, bastante después, lo que debieron hacer todos: irse, abandonar los equipos nacionales, largarse para intentar abrirse paso en un mundo mejor, en un mundo de libertad y oportunidades, sin olvidarse nunca de sus raíces, pero sin perdonar a aquellos que le impidieron volver donde su familia.
Mi admiración para Ian Padrón, que cada vez se supera más, y a René Arocha, el reglano que abrió un camino que parecía cerrado para los peloteros cubanos. Gracias a él hubo Duque, Arrojo, Chapman, Pito Abreu y hasta Yulieski Gourriel.

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