NO HAY, las palabras de orden en Cuba

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Por Anette Espinosa
La Habana.- En Cuba es normal que no haya nada. A diferencia de la inmensa mayoría de los países del mundo, en la isla caribeña nunca encuentras nada de lo que necesitas o buscas, y tienes que conformarte con las palabras ‘no hay’ cada vez que preguntas en cualquier parte.
Ahora mismo, no hay carne de ningún tipo. La de res ha sido por años motivos de cárcel para miles de personas, aunque hayan sacrificado un animal propio. La de cerdo está a punto de desaparecer, porque el mamífero nacional está cada vez más escaso y, por consiguiente, más caro. Es más, el cubano que haya logrado comerse unas masitas de puerco fritas y uno chicharrones en el último año, se puede considerar dichoso.
No hay pescado, como dijera el impuesto presidente cuando se refirió a la ley de pesca. Y podemos incluir a los crustáceos, por más abundantes que sean en las aguas aledañas a Cuba, lo mismo del norte que del sur. Y tampoco hay con qué pescarlos. Incluso, no hay pescadores.
Tampoco hay arroz, ni importado ni de producción nacional. Y de los frijoles ni hablar. Vale más una libra ahora que una arroba hace unos años, pero solo si tienes suerte y logras encontrar a uno de esos vendedores perseguidos, supuestamente por robarle la comida al pueblo, a pesar de que el asediado puede ser el productor, el guajiro que se tiene que comer mañanas y tardes al sol para producir algo.
Y si hablamos de guajiros, o campesinos, los bancos no tienen con qué pagarles sus producciones. Son confesiones del sistema bancario, así, clarito. Pero no es nuevo, por cualquier lugar abundan los productores de leche que no cobran desde hace muchos meses. O aquellos a los que les dijeron que no hay cajas para recoger sus tomates y se les perdió la cosecha, porque tampoco había camiones.
Para bañarse no hay jabón, ni detergente para fregar ni lavar. Aunque en La habana venden de vez en cuando algún paquetico. Pero en Ranchuelo eso no existe, ni en Cabaiguán o Macagua 8. Y de aceite ni hablar, y eso que cogieron a dos o tres personas con seis o siete litros de aceite de la fábrica de Regla, en una jugada perfecta para lavar la imagen de la institución, en la que muchos jefes se habían hecho millonarios con antelación.
Coppelia cierra de vez en vez porque no hay un único sabor de helado. Tampoco hay materia prima para hacer panes o dulces, y cuando deciden utilizar la yuca, alguien sale y dice lo que todo el mundo sabe: tampoco alcanza la yuca.
En las escuelas no hay libros, ni libretas, ni lápices. Y no hay donde comprarlos. Y si compras libros o los mandas a imprimir para tu hijo, la dirección de la escuela lo prohíbe, porque tienen que ser todos iguales, como si cada uno comiera lo mismo en casa, merendara lo mismo o fuera con zapatos iguales.
Pero el cubano es metecabeza, como decía mi abuelita. Y si no hay una cosa, inventa otra. Por ejemplo, ante la epidemia de piojos que corroe a las escuelas primarias y secundarias, sobre todo en La Habana, algunas personas importaron aparatos para aspirar esos ácaros, y ya cobran 500 pesos por cabeza por una sesión.
Eso sí, para otras muchas cosas no han podido inventar nada, porque no se puede sustituir la comida, ni las medicinas, que no hay ni en las farmacias ni en los dispensarios de los hospitales más rancios, si esa palabra le pega a algún nosocomio de cualquier lugar de Cuba, La Habana incluida.
El no hay es la respuesta a casi todo en mi país, mientras el gobierno del tristemente célebre Díaz Canel, y sus voceros en las redes, se esfuerzan en decir que avanzamos, que somos la envidia del mundo, que Cuba manda médicos a lugares donde otros envían tropas, o maestros a aquellos lugares donde pululan bandas armadas.
Pero lo que ellos, los Díaz Canel y sus jefes, los Castro, no saben es que eso NO HAY nadie que se lo crea.

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