Oscar Durán
Guillermo García Frías, uno de los comandantes de la dictadura, acaba de cumplir 95 años. Mientras Cuba va camino a tener una esperanza de vida entre 60 y 65 años por la mala alimentación, estos señores están rozando los 100 años.
Para suerte de un país, García Frías no ha salido más en televisión, prometiéndole a los cubanos avestruces, cocodrilos y jutías. Había que ver a este hombre decir en la Mesa Redonda que un “avestruz produce más que una vaca. Pone 60 huevos, de esos 60 huevos, estamos teniendo la experiencia de que se gozan 40 pichones. Esos 40 pichones tienen cuatro toneladas de carne, a 100 kilos cada pichón. Mientras, la vaca pare un ternero y al año es un añojo, que no tiene ese peso ni esa cantidad de carne”.
Después de esa olímpica estupidez, ahora está enfrascado en seguir llenándose sus bolsillos, a través de la aplicación Supermarket 23, un negocio que se presenta como una empresa extranjera, pero todos sabemos su funcionamiento.
El amo y señor de la Empresa Nacional Flora y Fauna tiene de todo en Supermarket. La comida y los medicamentos que no hay en la isla, García Fría los oferta en su negocio. Por supuesto, un cubano de a pie no puede comprar un solo producto. Todo se hace a través de un familiar o amigo que viva fuera de Cuba y tenga una tarjeta de crédito o débito.
Por ejemplo, tres libras de frijoles negros cuestan cerca de los siete USD, el kilogramo de jamón anda por los 25 USD, y seis libras de boniatos rondan los tres USD. Es de risa todo esto.
Este guajiro bruto nacido en El Plátano, municipio de Pilón, nunca imaginó tener tanta riqueza, después de ser un simple arriero de mula a las órdenes de Crescencio Pérez, y contar con tercer grado de escolaridad. Sin dudas, una muestra palpable que el único requisito para formar parte de esa dictadura asesina es ser un tipo confiable, no importa si tienes 20 o 95 años y tres neuronas en el cerebro.
Por cierto, según me confirman fuentes confiables, ahora anda muy al tanto de su nieto Guillermo García, natural de Granma. Nunca se preocupó por el muchacho, pero como es un pelotero del equipo Cuba y con contrato en Japón, quiere hacerse el abuelo presente. Hasta una casa ya le regaló en La Habana.
Así pasa sus días este centenario personaje. Dicen que cuando quiere relajarse lo ven en sus vallas de gallos, recaudando miles de dólares en puras apuestas que el mismo Gobierno tiene prohibidas. Así cumplirá 100 y tal vez algunos más.