Fernando Clavero
En la cúpula gobernante cubana el mal gusto campea por su respeto, sin que nadie llame la atención y decida de una vez ponerle freno. Y juro que no me refiero solo a las vestimentas de la primera dama, a ese afán de ser cursi per se. Tampoco a la escasez de corbatas del presidente, o a su predilección por la misma, de color rojo. Juro que no.
En los últimos días, en el país de los memes se hizo viral lo del farol carretero, una especie de linterna de keroseno que Yusuam Palacios, en sus estertores al frente de la Sociedad Cultural José Martí, utilizó para ‘irradiar’ el resto del país y premiar a aquellos de mejor trabajo.
Para muchos cubanos, tanto dentro como fuera de Cuba, aquello pareció de un mal gusto total, aunque no fue la última de las muestras de la capacidad para reinventarse que tienen los que forman parte de la maquinaria gubernamental.
Por esos días, el impuesto líder de la Central de Trabajadores, Ulises Guilarte, se reunió con los peloteros que se preparaban para formar parte del equipo al V Clásico Mundial de béisbol. Forma parte de la vieja estrategia del régimen enviar a los dirigentes de sus organizaciones políticas a «darle muela» a los que van al exterior, por algo que desde tiempos remotos ellos han llamado «trabajo político-ideológico», y que ni ellos mismos saben qué es.
Pues allá fue Guilarte, con su habitual verborrea a aburrir a los peloteros, cansados ya de reuniones y controles, de insinuaciones y chequeos. pero, por si fuera poco, también fue la presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas. Como con Guilarte, se montó un micrófono, una especie de pase de revista y un sermón.
Pero todo no quedó ahí. También estuvo la primera secretaria de la Juventud Comunista. Y hasta Gerardo, el espía de los CDR. Todos, uno detrás de otro, a cumplir el mandato del partido comunista de hacer el referido trabajo político ideológico.
No estaban todos los jugadores. Faltaban algunos, sobre todo los provenientes de Estados Unidos, quienes decidieron participar, después de haber tenido que salir cualquiera sabe cómo de la isla para cumplir su sueño. O para no verse en la vejez como Armando Capiró, o muchos otros, que deambulan por ahí en la miseria total luego de haber dilapidado su talento jugando para la revolución.
Pero me hubiera gustado haber visto la cara de Yoan Moncada, con decenas de millones de dólares en su cuenta, o las de Luis Robert, que tiene otro tanto, escuchando ese sermón. No creo que nadie fuera del béisbol se reúna con estos equipos para sermonear nada. Eso es interrumpir los tiempos de los jugadores, y privar a los técnicos de momentos importantes de trabajo.
Es como si el director del FBI, el de la CIA, o cualquiera sabe quién, salvando las distancias, fuera a explicarle al equipo de Estados Unidos que va al Clásico la situación en la frontera de México o algo de Taipei.
Y lo último fue el supuesto show para presentar al equipo. Planificado con bombos y platillos, porque le enviaron el link para que lo vieran en el exterior a miles de personas, resultó una bufonada más, a la que solo le faltó que llevarán al presidente que nadie eligió a cantar La Guantanamera, como hizo hace unas semanas en un país del Caribe. ¡Qué pena!
