Por René Fidel González ()
Santiago de Cuba.- La proeza de sostener por años un extraordinario ajuste fiscal a partir de reducir los gastos que suponía el mantenimiento y perfeccionamiento de las estructuras e instituciones por las que se habían desarrollado derechos sociales, económicos y culturales, la asistencia y seguridad social y la garantía del acceso a alimentos y medicinas por parte de una población con muy baja capacidad adquisitiva, solo puede ser comparada con la capacidad de ese equipo de gobierno ―y enjambres de funcionarios de todos los niveles― para despreciar y abortar cualquier posibilidad de autocrítica o de asumir la responsabilidad directa con lo que sucedía.
Sin embargo, posiblemente nada sea comparable a su éxito para anular, social y políticamente, la percepción de riesgo de la mayoría de los ciudadanos ante los actos de la transición a un nuevo sistema de relaciones económicas y sociales en la que ellos eran ―y estaban destinados a ser―, los perdedores.
Quizás algún día la explicación de las protestas masivas del verano de 2021 pase por la comprensión de los primeros y terribles impactos que tuvo esa transición.
Aquellas dos jornadas de protesta ―o las que han seguido ocurriendo intermitentemente en todo el país― es posible sean interpretadas como una espontánea y temprana reacción de resistencia a la violencia económica que le estaba siendo impuesta a la mayoría de la población.